En dos años, sobrevivió a un accidente vial y luchó contra un cáncer de mama

Te contamos la historia de Lorena, una socia de OSDE que, gracias a su fortaleza y resiliencia, pudo salir adelante luego de vivir esas dos experiencias muy duras. Hoy asegura: “El tiempo es un lujo y sentirme saludable es mi mayor tesoro”.

Lorena (47) es socia de OSDE y, un año después de haber sufrido un accidente automovilístico que le quebró vértebras y afectó sus intestinos, se descubrió un bulto en una mama que fue necesario operar lo antes posible. A raíz de todo lo que le ocurrió y de las secuelas que le quedaron, decidió tomarse la vida de otra manera para acompañar su recuperación y los tratamientos médicos. Hoy está mucho mejor y ya sueña con proyectos para el futuro. Conocé su historia.
 
 

Los hechos que cambiaron su vida para siempre

 

El accidente que inició todo

 
Era el fin de semana largo de octubre de 2014 y Lorena conducía su auto hacia Aeroparque para buscar a su mamá. En el vehículo iba Silverio, su hijo, que tenía 5 años. Pero nunca llegaron al aeropuerto: “No recuerdo qué fue lo que pasó. Mi hijo dice que alguien nos tiró algo en el parabrisas, me fui contra el cordón y así me di de lleno contra un árbol”, relata la socia de OSDE. Las consecuencias del accidente fueron mucho más graves para ella que para el niño, que solo sufrió algunos golpes: Lorena se quebró cuatro costillas, la clavícula, la nariz, la rodilla, se le cortaron los intestinos y rompió aorta.

Un año después del accidente, luego de una lenta recuperación que involucró una operación de intestinos y muchas sesiones de kinesiología, Lorena y su hijo estaban por irse de vacaciones para celebrar que lo peor ya había pasado: todos los estudios que ella se había hecho meses atrás eran satisfactorios y solo le restaba operarse de la columna por una vértebra fuera de lugar. Pero una nueva noticia lo cambió todo.
 
 
 

La detección del cáncer de mama

 
Lorena empezó, de golpe, a bajar mucho de peso y a sentirse mal. Fue así que se descubrió sola un tumor en la mama con el autoexamen mamario. “Ahí partí directo a la consulta. La médica me dijo que no le gustaba, que no tenía buen aspecto en la ecografía y que habría que avanzar con una punción”, recuerda la socia. Dado que los resultados del estudio tardarían unos 10 días en llegar, decidió viajar desde Buenos Aires hasta Salta, su ciudad natal, para estar junto a su familia en la tensa espera.

“De pronto, recibí un mensaje del médico a las 10 de la noche diciendo que sería bueno que volviera a Buenos Aires. Pensé: listo, confirmado. Cuando lo fui a ver, me sentó y me dijo: ‘ Señora, usted tiene cáncer. Y no es leve, hay que operar ya’ -relata-. Así que suspendí todo. Dos días después tuve la intervención. Y, cuando finalizó, el tumor ya había crecido: antes, era del tamaño de una pasa de uva chiquita y, cuando me lo sacaron, ya medía como una almendra”.
 
 

El tratamiento post-cáncer de mama

 
Después de la operación llegaron los rayos y el tamoxifeno. “Para mí los rayos fueron durísimos. Sobre todo para mi piel. No soportaba tener puesta una remera por una dermatitis que apareció a partir de la séptima sesión. Además, sentía feo gusto. Fueron 45 sesiones, una por día. No podía ir a trabajar, aunque lo intenté. Me decaía muchísimo con el calor, vivía muy descompuesta y estaba muy flaca”, cuenta Lorena.

En ese momento, decidió recurrir, a través de PROSAM, a una terapeuta especializada en pacientes oncológicos, que la ayudó mucho a transitar el duro momento. A su vez, como su cáncer era reactivo a la progesterona y al estrógeno, tuvo que comenzar una terapia a base de tamoxifeno para desactivarlas: “ Empecé con una menopausia química. No dormía, tenía calores, se me hinchaban las piernas, me dolían los huesos, mi menstruación era más esporádica y fue mermando”, detalla la socia, con entereza.
 
 
 
 

Después de la tormenta, llegó la calma

 
A cuatro años de su diagnóstico, Lorena recuerda todo lo que pasó y lo duro que fue: “ Tomar conciencia de que somos finitos es difícil. Pasé por situaciones duras, desde no tolerar la comida hasta no saber cómo llegaba a la noche”.

Pero, luego de mucho tiempo de recuperación, paciencia y esfuerzo, la socia se propuso incorporar a su rutina una dieta saludable, evitar situaciones de estrés y retomar actividades que le hacían y hoy le hacen muy bien. “Practico meditación y ahora quiero empezar a hacer alguna actividad aeróbica. Además, hago eutonía desde siempre, que consiste en estar una hora y media en silencio, en el piso, trabajando con tu respiración y tu cuerpo, y buscar el tono sin realizar esfuerzo, sin tensión. Me ayuda mucho a bajar. Y, al ir tonificando los músculos, hace que no me molesten tanto la columna o la pierna”, detalla.

Y admite que recién este año pudo empezar a hacer planes a futuro. “Aunque no quiero olvidar lo que pasé, es muy lindo tener proyectos. Cuando te sientan y te dicen que tenés cáncer, se te viene el mundo encima. Pero esta experiencia fue un trampolín que cambió mi día, mi vida y mi visión. Lograr un equilibrio es un desafío diario, el tiempo es un lujo y sentirme saludable es mi mayor tesoro”, reflexiona.
 
 

¿Sabías que, cada año, mueren unas 6 mil mujeres por cáncer de mama en Argentina?


Muchas de ellas podrían haber sobrevivido si lo hubieran detectado en forma precoz a través de la mamografía y el autoexamen mamario.

 
 
 

¿Sabías que el 75% de las mujeres con cáncer de mama no tiene ningún antecedente familiar?


Por eso es recomendable realizar los controles periódicos y un examen físico por parte de un profesional.

- A partir de los 40: cada dos años.

- Luego de los 50: anualmente.

Y, si tenés algún antecedente vincular, puede realizarse antes.