Dejar de fumar no es solo abandonar un hábito; es recuperar el aire, la energía y la libertad. Es una decisión para dar un paso concreto hacia una vida más saludable. Pero aunque muchas personas tienen el deseo, no siempre saben por dónde empezar.
Para conocer más sobre el impacto del tabaquismo y cómo acompañar el proceso de dejar de fumar, hablamos con la Dra. Silvia Cortese, médica especialista en toxicología, con amplia experiencia en el tratamiento de personas con dependencia a la nicotina. Sus respuestas ayudan a comprender mejor cómo funciona esta adicción y qué herramientas existen para iniciar el cambio.
Según la Dra. Silvia Cortese, el primer gran obstáculo aparece cuando la decisión de dejar de fumar no nace de una convicción interna, sino de una indicación médica o presión externa. “Los pacientes que realmente están motivados, suelen tener menos dificultades”, explica. Esa motivación verdadera suele estar conectada con beneficios personales y concretos: sentirse más libre, no depender de una sustancia que limita la vida cotidiana, rendir mejor físicamente, recuperar el gusto y el olfato, o incluso premiarse económicamente por el esfuerzo.
Pero la dificultad no es solo emocional o psicológica. También entra en juego un factor clave: la dependencia física. La nicotina —presente en cigarrillos industriales, tabaco armado, vapeadores y cigarrillos electrónicos— es una droga de acción rápida que al inhalar llega al cerebro en apenas seis segundos. Allí activa el sistema de recompensa y libera dopamina, el neurotransmisor que genera placer. Esa sensación placentera refuerza la conducta y el cerebro aprende rápidamente a repetirla.
Con el tiempo, se produce una adaptación: el cerebro genera más receptores que demandan nicotina para funcionar normalmente. Cuando no la recibe, aparece la irritabilidad, ansiedad o malestar físico.
Cada vez que se fuma, se refuerza ese circuito de recompensa. El cuerpo se adapta a la presencia constante de nicotina, y el acto de fumar se vuelve automático. A mayor exposición, más receptores se activan, y más difícil se vuelve cortar con el hábito. Por eso, dejar de fumar no es simplemente una cuestión de voluntad. Es un proceso de deshabituación física y mental, que requiere comprensión, paciencia y, muchas veces, acompañamiento profesional.
Además, es importante destacar que la cantidad de cigarrillos no siempre determina el nivel de dependencia. Factores como la velocidad con la que el cuerpo metaboliza la nicotina —especialmente el hígado— también influyen en cuán intensa puede ser la adicción.
Sí, y mucho más de lo que parece. Para quienes tienen una motivación más baja o sienten que deben dejar de fumar por una indicación médica, los pequeños logros pueden convertirse en grandes motores de cambio. Así lo señala la Dra. Cortese, quien destaca que reducir el consumo gradualmente no solo es válido, sino también recomendable en muchos casos.
Pequeños pasos —como retrasar el primer cigarrillo del día, cambiar ciertos momentos asociados al hábito o registrar cuántos se consumen— permiten que la persona gane confianza, se sienta capaz y conecte con su objetivo de dejar de fumar.
En ese proceso, el acompañamiento profesional es fundamental: no solo para brindar estrategias, sino también para sostener, motivar y guiar en los momentos de duda.
“Muchas veces, son esos logros mínimos los que impulsan a seguir avanzando”, afirma la doctora.
Una de las motivaciones más poderosas para dejar de fumar es ver —y sentir— que el cuerpo empieza a recuperarse casi de inmediato. Tal como explica la Dra. Cortese, los beneficios comienzan en las primeras 24 horas: disminuye la presión arterial y mejora la oxigenación. A los pocos días, se recuperan el gusto y el olfato, dos sentidos que suelen deteriorarse silenciosamente con el consumo sostenido de tabaco.
Con el paso del tiempo, los efectos positivos se acumulan: mejora la función pulmonar, la circulación sanguínea y la capacidad respiratoria. A largo plazo, se reduce de forma significativa el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, respiratorias y diversos tipos de cáncer.
Cada día sin fumar cuenta. Y cada mejora es una señal clara de que el cuerpo quiere y puede repararse.
Para muchas personas, el primer obstáculo es justamente ese: no saber por dónde comenzar. La Dra. Cortese sugiere un enfoque inicial muy valioso: dejar de fumar en automático y volverlo una elección consciente.
“Cada cigarrillo debería ser una decisión, no un reflejo”, explica.
Algunas estrategias simples para lograrlo:
Estas acciones ayudan a interrumpir la automatización del hábito y permiten que la persona observe con más claridad cuándo, cómo y por qué fuma. Es un paso clave para recuperar el control y avanzar en el proceso de dejar el cigarrillo.
Aunque dejar de fumar es una decisión personal, el entorno puede influir, y mucho, en el proceso. La Dra. Cortese destaca que contar con personas que acompañen y respeten ese camino puede ser un gran apoyo. Pero ese acompañamiento no debe transformarse en presión.
“No se trata de perseguir con preguntas o críticas. A veces, lo más útil es escuchar más que opinar”, señala.
El vínculo también puede volverse un desafío cuando el entorno cercano —pareja, amistades, compañeros de trabajo— sigue fumando. En esos casos, el proceso puede volverse más difícil, ya que el estímulo está presente constantemente. Por eso, generar acuerdos, buscar espacios libres de humo y rodearse de personas que acompañen sin juzgar, puede marcar una gran diferencia.
Cuando se acompaña a tantas personas en el camino de dejar de fumar, es inevitable encontrarse con historias que conmueven. La Dra. Cortese nos cuenta que son muchos los casos que la han impactado a lo largo de su trayectoria. Pero lo que más destaca es la singularidad de cada proceso.
“Cada persona lo vive de forma diferente, y ese recorrido puede llevar más o menos tiempo. Lo importante es estar ahí, acompañando, con respeto y sin presiones”, dice.
A veces, se trata de personas que lo intentaron muchas veces antes y finalmente lo lograron. Otras, de quienes nunca habían imaginado dejar el cigarrillo, pero encontraron en una motivación personal —como un nieto, una operación, o simplemente el deseo de sentirse mejor— la fuerza para iniciar el cambio. Lo que todas esas historias tienen en común es que ninguna fue perfecta, pero todas fueron posibles.
Sí, pueden ser herramientas útiles, pero no son una solución mágica. La Dra. Cortese destaca que estos recursos —como parches, chicles con nicotina o aplicaciones para registrar el consumo— pueden acompañar el proceso, siempre y cuando exista una motivación genuina.
“Lo primero es tomar la decisión. Si no hay una convicción real, ningún reemplazo va a funcionar por sí solo”, explica.
Estos apoyos pueden aliviar los síntomas de abstinencia y ayudar a organizar el proceso, pero deben integrarse dentro de una estrategia más amplia, que incluya conciencia, compromiso personal y, en muchos casos, acompañamiento profesional. También existen otras alternativas terapéuticas que pueden evaluarse en función de cada caso particular.
La Dra. Cortese es clara: nunca es tarde para intentarlo. Y lo más importante, no tenés que hacerlo solo. Existen profesionales preparados para acompañarte, sin juzgarte, entendiendo que cada proceso es único y que cada paso —por pequeño que parezca— cuenta.
“Siempre es tiempo para intentarlo. Y contás con el acompañamiento de profesionales.”
Dejar de fumar no es un acto perfecto. Es un proceso personal, con avances, retrocesos y decisiones conscientes. Cada persona lo vive a su manera, a su ritmo. Pero todos los días cuentan. Y cada pequeña decisión suma.
No se trata de hacerlo perfecto. Se trata de empezar.
Y si lo estás pensando, ya diste el primer paso.
Mirá este carrusel en nuestro Instagram con 4 microhábitos que podés sumar a tu día para empezar a reducir el consumo de tabaco.