Hacerse un tatuaje es una forma de expresión personal y única, pero no deja de ser un procedimiento invasivo. Básicamente, estás introduciendo sustancias extrañas en tu cuerpo, lo que genera una inflamación inmediata y, a veces, reacciones a largo plazo.
Por eso, más allá del diseño que elijas, el foco tiene que estar puesto en la prevención y el cuidado. Te compartimos algunas recomendaciones claves para que tu experiencia sea segura y disfrutes de tu piel y tatuaje sin complicaciones.
La prevención arranca mucho antes del turno. Además del estilo y la técnica del tatuador, hay cuestiones de salud que son fundamentales.
Prestá atención a los detalles. Tené en cuenta criterios de seguridad sobre la higiene que el local y tatuador deben cumplir:
Los pigmentos deberían tener una etiqueta con su marca, origen y composición. Muchos contienen metales como níquel, cobalto o cromo, que pueden ser tóxicos o dar alergia.
Condiciones previas: Si tenés tendencia al herpes, psoriasis o vitíligo, el tatuaje podría desencadenar un brote en esa zona.
Una vez ahí, asegurate de que desinfecten muy bien la zona.
Rasurar el área ayuda mucho, no solo para tatuar, sino para la higiene posterior. Evitá el uso de cera, puede irritar la piel y dejarla sensible, lo que sería una desventaja a la hora de tatuarse.
¿Te preocupa el dolor? Existen cremas anestésicas que podés usar antes, pero son de venta bajo receta. Hablalo con tu médico de cabecera para que te indique la adecuada.
¡Ya está hecho! Ahora tenés que cuidarlo como lo que es: una herida en proceso de curación.
Muchas veces nos relajamos cuando la cicatrización evoluciona bien o termina, pero lo ideal es mantener un control médico post tatuaje. Recordá consultar con un profesional sobre tus antecedentes (alergias, enfermedades) para recibir recomendaciones personalizadas. Tu salud es lo primero, ¡cuidala!
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